Muy poca gente sabe que Lorca está en Spotify junto a Rosalía y Kanye West. Lorca al piano y la Argentinita en la voz, para ser más precisos. Ambos grabaron en 1931 cinco discos gramofónicos de pizarra de 25 cm y 78 revoluciones por minuto. En total diez canciones que se recopilaron bajo el nombre de Canciones Populares Españolas y son una de las compilaciones con más peso cultural de la historia de nuestro país, por su valor identitario y por ser el reflejo de una España en peligro de extinción. Una España rural, en la que cada aldea era en sí un universo y aquello que cantaban los mayores era el único canal musical.
Antes de que se produjera la fusión de la bailaora y cantaora y el poeta, Lorca llevaba años recorriendo España en busca de lo autóctono, de lo auténtico. De hecho, algunos de sus viajes quedaron retratados en Impresiones y Paisajes, el primer libro publicado del autor, en el que narra exactamente lo que promete el título: las impresiones y los paisajes de sus viajes por la España de principios de siglo.
A nadie se le escapa la acentuada inquietud armónica del “granaíno”, que antes que poeta fue músico. Estudió piano en su infancia, y más tarde aprendió a tocar la guitarra y a desenvolverse entre los flamencos gitanos del Sacromonte. Pero además de la técnica, Lorca dedicó gran parte de su vida a su investigación, a menudo en origen, que en dicho caso eran los ancianos de los pueblos y ciudades, los últimos bastiones del folclor que se transmitía por el boca a boca. “He estudiado durante diez años el folclore de mi país con sentido de poeta”, afirmó en una ocasión.
La aparición de la Argentinita en la vida de Lorca se produjo doce años antes de la grabación, cuando la artista actuó en El Maleficio de la Mariposa, la primera obra teatral lorquiana. La artista, nacida en Argentina en el seno de una familia de emigrantes españoles, volvió a España donde hizo despegar su carrera como bailaora en los más grandes teatros y auditorios. Su sello era jugar con el flamenco, el tango, las bulerías y los boleros, generando entre todos los géneros una conversación que le convertiría en la artista mejor pagada de la época.
La relación entre Lorca y la Argentinita fue siempre muy estrecha. Entre ellos eran la comadre y el compadre, como revela la carta que Lorca le envió a la artista en el verano de 1931 :
Querida comadre… mis hermanillas, que son fervientes admiradoras; de usted, ponen a toda hora los discos que, entre paréntesis, son estupendos.
De tan profunda amistad nació la necesidad de hacer un retrato de esa España profunda, sufridora pero alegre y llena de ritmos. La Argentinita puso la voz, el zapateado y las castañuelas, y Federico la acompañó al piano, y la recopilación tuvo tanto éxito que Lorca decidió incluir algunas de las canciones en sus representaciones teatrales a modo de fin de fiesta.
El disco que hoy aparece en Spotify, reeditado por Sonifolk, supuso años de trabajo en los estudios de Abbey Road con el fin de mejorar la calidad, ya que la matriz de los discos originales había desaparecido y hubo que registrar el sonido directo de las viejas placas fotográficas, algunas en mal estado. No obstante, el sonido de la pizarra solo amplifica esa nostalgia abrumadora que le envuelve a uno cuando le da al play. Nostalgia del 27, de los cafés, de la España inconexa y tradicional que ya solo a través del arte podemos recordar. Y de entre todos los artes, Lorca sabía que el mejor transmisor de sentimientos era la música: “Con las palabras se dicen cosas humanas; con la música se expresa eso que nadie conoce ni lo puede definir, pero que en todos existe en mayor o menor fuerza. La música es el arte por naturaleza. Podría decirse que es el campo eterno de las ideas”.
De todas las canciones que componen el disco, hay tres que son una radiografía de nuestra historia en unas pocas de notas. La primera es Anda Jaleo, cuyo estribillo, que se remonta al siglo XIX, tiene un sin fin de versiones populares y fue un himno de las filas republicanas en el frente de batalla. La segunda es Los Cuatro Muleros , que además de ser otra de las coplas milicianas que sirvieron como propaganda política, fue declarada Patrimonio inmaterial de Andalucía. La última, “En el Café de Chinitas”, que habla del famoso café malagueño que, fundado en 1857 y a medio camino entre burdel y teatro, llegó a ser el café-teatro más popular de la época, por cuyas tablas pasaron personajes tan ilustres como Manolo Caracol, Estrellita Castro o la misma Argentinita.