Cuando Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús a principios del s. XVI, quiso que sus integrantes fuesen los líderes intelectuales de la Iglesia. Los jesuitas fueron, son, ‘soldados’ que escribían, divulgaban, evangelizaban, enseñaban y trabajaban. Decían buscar a Dios en todas las cosas y todas las tareas y estar siempre dispuestos a partir hacia donde se les requiriese. No ha conocido la Iglesia Católica orden más eficaz y competente.
Un buen equipo de diseño debería ser a la organización lo que los Jesuitas fueron a la Iglesia.
El buen liderazgo de diseño piensa y predica, estudia, enseña y ejerce, busca la armonía y la perfección en todas las cosas y en todas encuentra motivo de ser. Igual que hacen los Jesuitas, allá donde existe la organización, actúa el diseño. En todo lugar y en toda forma. Desde el logos al pathos, de la potencia al acto y del propósito al producto.
La Compañía de Jesús se ha declarado unida al Papa por un vínculo de amor y servicio. De de la misma manera, los mejores equipos de diseño han servido e inspirado directamente a la más alta dirección de las empresas en las que existían. A menudo hasta han emanado de esa dirección, siendo su mente ideadora y su brazo ejecutor.
Algunos lo han llamado actitud: una manera de ser, hacer, hablar y estar que se tiene hacia los otros y hacia toda la compañía. Carisma, sin embargo, lo describe mejor. El carisma es consciente, es saberse de una cierta manera y en un cierto lugar. El carisma es la autoritas, trabajada y ganada.
Discurso y comportamiento, ser y estar, vencer y convencer, en el ímpetu de unos misioneros y en la misión de unos diseñadores.